domingo, 16 de junio de 2013

Public Enemies


Esta es lo que llaman una película de gangsters.

John Dillinger (Johnny Depp) empieza una carrera de roba-bancos, junto con una banda de famosos pillos de los años 30.  El FBI, al mando del agente especial Melvin Purvis (Christian Bale) lo persigue, balas, balas, muertos, carros destrozados, más balas, los arrestan, los meten a la cárcel, se escapan de la cárcel, son  perseguidos ferozmente, balas, muertos y más muertos, torturas, unos robos, más balas, autos destruidos, gente traicionando gente y así llega al final, que aunque es un hecho histórico, pues no contaré, para aquellos que no suelen leer libros de historia.

Pero más allá de toda esa danza macabra de balas y muertos, lo que presenta la película, y de paso, lo que rescata de Dillinger sobre muchas otras cosas, es su relación sentimental con Billie Frechette (Marion Cotillard), es decir, nos cuentan una historia de amor, rara, llena de balas, golpes y torturas, pero amor al fin.

Como muchos otros personajes históricos, Dillinger quiere dar un giro a su vida, pero el pasado lo atropella y lo obliga a continuar en un curso de colisión frontal con un tren de alta velocidad.  Ni siquiera el amor que siente por Billie lo rescata del irremediable destino, que como si fuera comedia griega, lo arrastra con cada movimiento que hace, a un final anunciado.

Pero es interesante y muy gratificante ver que la gente, incluso estos criminales famosos, son al final igual que nosotros, gente conformada por millones de grises de todo tipo, no son arquetipos del mal, no son modelos diabólicos de estante, son gente que sufre, que duda, que ama y que tiene miedo.

De igual forma los agentes del órden, son propensos  de forma siniestra al abuso de poder, lo fueron entonces, lo son ahora y lo serán siempre, porque el poder tiende a obnubilar el sentido común y a destronar al amor del mando, para poner en cambio al miedo, al miedo de perder el poder, por supuesto.

La película es entretenida, tiene acción de esa que parece caricaturesca, porque todo se ve demasiado viejo, pero cuyos muertos no se levantan más, igual que no lo hacen los del siglo XXI.  Pero si uno se toma el tiempo de ver esta historia medio revuelta que también sale por ahí, la película es extraordinaria.



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