sábado, 28 de septiembre de 2013

Ego


Esta película sueca es realmente refrescante.  Una historia que no es pretenciosa, pero tratada con gusto, realmente diferente al cine que normalmente nos llega.

La historia nos presenta a Sebastian - Sebbe - Silverberg (Martin Wallström), un joven con sueños de ser una gran estrella de la música, pero que entre tanto, trabaja en una tienda de ropa.

Su preocupación por su imagen personal es casi enfermiza y eso le hace además ver el mundo con ese lente de la perfección, viviendo en una burbuja de clubes, mujeres, licor y amigos a la medida de sus parámetros de lo que es aceptable.

Cuando logra una oportunidad en una disquera, sufre un accidente que detona un aneurisma, que le quita la vista.  La situación lo regresa a la casa de sus padres y lo pone en una actitud muy agresiva con la vida, como reclamándole por robarle su oportunidad y su vida.  Sus padres tratan de buscarle un asistente que le ayude con sus asuntos personales, para que se adapte a su situación, lo cual no es nada fácil por la ira con que se maneja Sebastian, hasta que llega Mia (Mylaine Hedreul), una joven atractiva, pero que definitivamente no se ajusta al modelo de sílfide que acostumbraba Sebbe.

Sin embargo, Mia es agradable, simpática, paciente y saca de Sebastian lo mejor de si mismo, no solo a nivel personal, sino como músico, comprometiéndolo con la honestidad en sus letras y la entrega en sus melodías.

Al final, el diario convivir lleva a estos jóvenes a enamorarse, solo para ser interrumpidos por una operación que devuelve a Sebastian la vista.  Recuperando la visión, Sebbe regresa a su vida anterior en la que Mia no calzaba por ninguno de los cuatro costados y es esta parte de la película la más rica en argumento y actuación, porque nos presenta la lucha interna de Sebbe contra sus propios demonios.

Realmente es una película digna de verse, excelente.



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