sábado, 14 de agosto de 2010

Mi último tango


Todos habremos escuchado hablar de la gran Sarita Montiel. Recuerdo de niño verla boquiabierto en 'La violetera', con llorada incluida. Pero las neuronas se mueven, se acomodan y se reacomodan con el tiempo y de pronto, sin darte cuenta, algo tan impactante como llorar al ritmo de 'llévelo usted señorito, que no vale más de un real', se disipan en esas telarañas de la memoria, que con su fina y aguda inteligencia, guardan intactos nuestros recuerdos, para en el momento justo, sacarlos en HD-3D-Dolby-ETC.

Eso me pasó hoy cuando por casualidad vi 'Mi último tango'. No vi los créditos iniciales y esas películas no dan otra oportunidad de conocer a quienes encarnan las historias que relatan, por lo que al final me tuve que agenciar de la red, para encontrar el nombre de la película y, sorpresa mayúscula, reencontrarme con Sarita Montiel.

Disfruté muchísimo la película. La historia tiene una inocencia que no estoy acostumbrado a ver. Sin embargo, no es ni por asomo sosa o cursi. Además estuve hipnotizado, por la vista y por el oído, desde que empezó hasta que concluyó. Ver y oir a Sarita Montiel ha sido verdaderamente una experiencia espiritual.

Me cautivó su voz, como lo hizo cuando era un chiquillo. Pero me atrapó completamente la belleza de una mujer que, sin enseñar ni un solo escote pronunciado o falda por encima de la rodilla, tiene todo para que me enamore de ella. No me extraña que los grandes galanes del Hollywood de los sesentas, cayeran rendidos a sus pies.

Tendré que buscar la película en algún video, porque esta experiencia habré de repetirla.

Sarita Montiel, haz hecho de mí otro devoto a tu culto.

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