lunes, 3 de junio de 2013

The final cut


La Edición Final, es una película ubicada en un tiempo no determinado, pero que podría ser un presente alternativo, en el que la mayor diferencia con nuestra realidad, es que los seres humanos tienen más de medio siglo de tener acceso a unos implantes cerebrales, que se instalan al momento del nacimiento y que a partir de entonces, graban toda la vida de la persona.

A la muerte del portador, el chip se extrae y se entrega a un editor que básicamente se encarga de tomar toda su vida y hacer cierto aquel dicho de que "no hay bebé feo, ni muerto malo".  Así, extrae las memorias más notables del fallecido, las agrupa como si fuesen una película y al momento del funeral, se proyecta a los dolientes e incluso se instala en visores especiales en las lápidas de los cementerios.  Nadie sabe que tiene el chip implantado, hasta que sus papás se lo dicen, a la edad sugerida de 21 años.  Pero muchos siguen sin saberlo luego de esa edad.

Robin Williams interpreta a un editor muy reconocido, Allan, quien es especialista en tomar vidas de monstruos y convertirlos en ángeles, para la posteridad.

Esta forma de borrar de un dedazo, literalmente, las malas memorias, para privilegiar los actos luminosos de la gente, ha creado una gran controversia, sumado a la idea de que mucha gente es incapaz de asimilar que tienen una grabadora de recuerdos, y llegan incluso al suicidio.

Fletcher, interpretado por Jim Caviezel, era un prometedor ayudante de editor, hasta que por una situación personal se suma a la "resistencia", buscando exponer al público, el peligro que no han medido de santificar a demonios y esto pone la línea principal de la historia sobre el tapete, un abogado de la empresa creadora de los chips murió y Allan tiene a cargo la edición de su vida, por lo que, primero por las buenas y luego por métodos menos "cristianos" pretende que Allan le entregue el chip, para exponer al fallecido tal cual era, con sus oscuridades sin editar.

En medio de esta agitación, Allan encuentra en la vida del fallecido, una relación con un recuerdo particularmente doloroso y confuso de su niñez, lo cual lo saca de su normalmente fría relación con el mundo, para iniciar una búsqueda personal de la verdad, más movido por la culpa que carga desde los diez años.

Ver a Robin Williams en un papel tan oscuro sigue costándome.  Ya lo había notado en el papel que hizo en El Mejor Papá del Mundo.  No puedo dejarlo de ver como un Peter Pan de la tercera edad o como la adorable Mrs. Doubtfire... sin embargo, el toque lunático y hasta paranoico que le da al personaje es de gran valor.

La película en general cae en momentos de demasiada lentitud y el final es más que predecible desde la mitad de la cinta, sin embargo, el debate ético que genera es fascinante.  Y es que ¿quién no tiene cuitas en su vida? Todos la hemos cagado de una u otra forma, en algún momento de nuestras vidas (o en muchos), con nosotros mismos o con los demás.  Si uno mismo, de forma consciente no quiso revelar ciertas memorias, ¿por qué lo iba a hacer alguien sin tu permiso al momento de tu muerte?

Y además, esa idea de tener una conciencia potencialmente delatora, materializa la idea de una deidad castigadora y con memoria infalible... nada más detestable para un pecador común.

Quitarse el chip no era algo sencillo, pero en los zapatos de Allan, no hubiera dudado ni un momento en arrancármelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario